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  Pa'que te montes
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27 de mayo de 2009

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Washington, 26 may (EFE).- General Motors (GM) no ha logrado persuadir a sus acreedores para que canjeen 27.000 millones de dólares en deuda por acciones de la compañía, con lo que estaría abocada a protagonizar la mayor quiebra industrial de la historia de Estados Unidos.

Si bien hasta el momento, los tenedores de bonos se han negado a aceptar la propuesta, los acreedores de GM tienen hasta la medianoche de hoy para aceptar el canje, impulsado por la empresa y el Departamento del Tesoro para evitar la quiebra del fabricante.

El pasado 14 de mayo, General Motors informó a la Comisión del Mercado de Valores de EE.UU. (SEC, por su sigla en inglés) que si no recibe suficientes ofertas para el canje de la deuda por acciones, se declarará en quiebra.

La empresa ha señalado que necesita al menos que el 90 por ciento de la deuda acepte el canje, a cambio del cual ofrece el 10 por ciento de las acciones de la firma.

Las posibilidades de que GM interese al suficiente número de acreedores antes de que termine el plazo, parece remota y los mercados reflejaban hoy ese pesimismo.

A falta de dos horas para el cierre de la bolsa de Nueva York, las acciones de la firma se desplomaban un 12,6 por ciento, hasta los 1,61 dólares.

De hecho, el presidente de General Motors, Fritz Henderson, afirmó que si es evidente que la empresa no puede llegar a un acuerdo antes del 1 de junio, declarará la quiebra antes de ese plazo.

GM está a la espera de que se resuelva la situación de su filial alemana, Opel, lo que podría producirse en las próximas horas.

El Gobierno alemán indicó que podría decidir quien se hace con Opel (Fiat o el consorcio liderado por la empresa canadiense Magna) antes del fin de semana.

Una vez resuelto el futuro de Opel y con la certidumbre de que los acreedores no aceptarán la oferta, Henderson podría declarar la quiebra de GM en cualquier momento.

El pesimismo sobre el futuro de GM aumentó en las últimas horas ante las claras muestras de que poderosos círculos políticos de Washington están cada vez más opuestos a los planes de la Administración del presidente estadounidense, Barack Obama, para la reestructuración del sector.

La semana pasada, unos 40 miembros de la Cámara de Representantes (en su mayoría republicanos, pero también demócratas) exigieron que el Congreso ejerza un mayor control sobre la reestructuración del sector y criticaron el papel que está jugando el Grupo Presidencial del Automóvil (GPA).

GPA fue creado por la Casa Blanca y el Departamento del Tesoro para supervisar la reestructuración del sector, pero en la realidad sus integrantes están tomando decisiones, como forzar la dimisión del anterior presidente de GM, Rick Wagoner, que los congresistas consideran excesivas.

Según la cuarentena de congresistas, GPA debería volver a su "papel consejero", mientras el Congreso es quien tiene "prerrogativas legislativas constitucionales".

Además, cuatro congresistas republicanos acusaron al secretario del Tesoro, Timothy Geithner, de favorecer los intereses del sindicato United Auto Workers (UAW) frente a los derechos de los acreedores de General Motors.

Los congresistas le recriminaron Geithner de "librar lo que algunos creen es una guerra contra el capital" y acusaron al Gobierno de "pisotear" los derechos de los inversores.

En este enrarecido ambiente político, los acreedores de GM (entre los que se encuentran firmas como Fidelity Investments y Franklin Templeton Investments, pero también alrededor de 100.000 inversores particulares que tienen bonos de GM) pueden verse animados a plantar cara a Washington y a la dirección de la empresa en los tribunales.