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25 de abril de 2011

La Opinion

SACRAMENTO.— El precio del oro comenzó a subir hace diez años tras el conflicto en Irak, pero se ha disparado aún más en los últimos tres años, despertando con esto un activo mercado que para unos representa una mina de oportunidades y para otros, una tabla de salvación en tiempo de crisis.

En California, por ejemplo, muchos son los que ven en sus joyas de oro un recurso de sobrevivencia temporal ante el desempleo atraídos por un bombardeo de anuncios de ‘dinero por su oro’.

La onza de oro que antes se vendía a 400 dólares, esta semana llegó a 1,500 dólares, alrededor de un 375% de incremento.

"En la práctica, una persona que compró un reloj Rolex President de 18 quilates en 28,000 dólares, le puede sacar 6,000 dólares más", explicó Omar Palomino, uno de los propietarios de la Joyería Abla, en Sacramento y quien ha estado en este negocio por 18 años.

La explosión del intercambio de dinero en efectivo por oro ha atraído compañías de otros estados, fundamentalmente de Nevada, que llegan a las ciudades de California, se instalan un fin de semana en un conocido hotel y en una especie de feria, compran el oro.

También se han puesto de moda las compras de oro en casas residenciales, las llamadas en inglés gold parties, en las que las compañías ofrecen incentivos a los anfitriones, les pagan las invitaciones y su envío, y les dan un porcentaje de la ganancia.

Otra manera son las ventas por correo, en las que sus anunciantes se promueven en televisión diciendo a los prospectos que les manden su oro y en pocos días tendrán el efectivo.

Desafortunadamente una vez enviado el oro, es muy poco lo que el consumidor puede hacer, si es que no está de acuerdo con el pago, por lo que las autoridades recomiendan tener cuidado con los superlativos porque son muy difíciles de corroborar: ¡Pagamos los precios más altos, etc!.

Raúl Cabezudo Llamosas, un inmigrante peruano que vive en San Francisco y quien labora como asistente de enfermero, necesitaba dinero de urgencia el año pasado para cubrir un pago extra, por lo que puso toda su fe en un convincente anuncio de televisión, con un comediante mexicano, que prometía darle dinero en efectivo por su oro en una cuantas semanas. Cabezudo Llamosas no tuvo duda y puso en un sobre en el correo su esclava y una cadena de oro con un peso de más de 30 gramos, por los que pensaba obtener al menos unos 400 dólares.

Pero grande fue su sorpresa y enojo porque nunca recibió dinero por su oro ni tampoco le regresaron sus joyas.

"El Servicio de Correo no se hizo responsable porque la misma compañía, basada en Florida, me había dado un tracking number ( un número de guía) que no existía. La compañía aseguró que nunca recibieron nada y la policía me dijo que se trataba de una trampa y que no podía actuar porque no tenía pruebas".

Citando un estudio de Consumer Report, Nelson Santiago, de Consumer Action, señaló que las compañías por correo ofrecen entre 11 y 29% del valor del precio en el mercado por una joya de 18 quilates mientras que las casas de empeño y joyerías ofrecen 70% por la misma pieza.

Palomino precisa que entre los latinos que llegan a su negocio a vender piezas de oro hay dos grupos: al que le iba muy bien y compraba muchas cadenas; y aquel que se dedicaba a la venta de casas, y compraba relojes finos. Ambos han ido sorteando la crisis, vendiendo poco a poco sus joyas.

Agrega que a diferencia de otras razas, el latino vende sus joyas para comer y pagar las cuentas porque tiene poco trabajo. Las joyas de oro que más venden los latinos son cadenas y brazaletes.

Pero, como explica Palomino, "lo mejor es que la gente busque una joyería establecida y busque las opiniones de otros clientes sobre el establecimiento (los llamados reviews en inglés)".

El comprador de oro tiene que tener una báscula certificada por el gobierno estatal para evaluar el peso de las joyas. Tiene que solicitar una identificación y hacer que el vendedor llene un formulario con sus datos afirmando que es el dueño y tiene autoridad para venderlas. Eso con el fin de evitar que las prendas sean robadas, incluso para que los menores de edad vendan joyas.

"Lo mejor es informarse bien; y en todo caso llevar un presupuesto en el hogar para no tener que recurrir al efectivo por oro", expuso Santiago.

Consejos para evitar ser timado:* Vaya ante un joyero acreditado para que hagan un avalúo por sus joyas. Puede encontrar una buena recomendación en National of Jewelry Appraisers o American Society of Appraisers. * Si va a mandar por correo, escoja una compañía con reputación que le pague el envío y pueda dar seguimiento al envío en línea. Saque copia del papeleo y tome fotos de los artículos. Fuente: Procuraduría del Estado de Washington.