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  Por el libro
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24 de mayo de 2009

El Nuevo Herald

Antillean Isles, una nueva subdivisión de Homestead, prometía a los propietarios una comunidad de elegantes casas con "la atractiva arquitectura de los trópicos'. Pero cuando Marta Samohano mira por la ventana de su casa de cuatro habitaciones no ve nada tropical, sino sólo basura, piedras y maleza. Tras la explosión de la burbuja inmobiliaria, los constructores recogieron sus excavadoras y se marcharon, dejando un sombrío paisaje interrumpido repentinamente por la crisis.

"Todo alrededor está vacío', declaró Samohano. "Es muy deprimente vivir en un lugar donde sólo crece la maleza'.

Aunque los oscuros edificios altos de apartamentos de Miami se han convertido en el símbolo de la crisis inmobiliaria, al menos la mayoría de los constructores se ha quedado para terminar sus proyectos. Las cosas están peor en las más lejanas subdivisiones del sur de la Florida.

En los distantes suburbios del sur de Miami-Dade, incluyendo Homestead, Florida City y las áreas aledañas no incorporadas, los precios han bajado más de 53 por ciento en los últimos 12 meses. En los distritos de Brickell y el centro de Miami, considerados el centro mismo de la crisis, el descenso ha sido menor, alrededor de 30 por ciento.

Para constructores como Silvio Cardoso, es un verdadero dolor de cabeza. Al igual que tantos constructores suburbanos, a principios de esta década también fue a los terrenos agrícolas de South Dade esperando crear las nuevas comunidades residenciales de Miami. Inició dos proyectos alrededor de Homestead, Riviera Grand Estates y Santa Barbara of Homestead.

Cardoso, presidente de United Homes, aseguró que en la actualidad "es prácticamente imposible vender algo'. A fines de marzo, había 65 por ciento más casas puestas en venta en los extremos meridionales de Miami-Dade que en su centro urbano, según un estudio de Craig Werley, un analista inmobiliario.

Y casi nueve de cada 10 casas en Homestead confrontan problemas: o los bancos están vendiendo casas bajo embargo a precios muy bajos o en las llamadas ventas cortas, en las que el prestamista permite que la casa se venda por menos de lo que debe en hipoteca. Para el sur de la Florida en su conjunto, la cifra es 60 por ciento.

Para algunos expertos de la vivienda, las cifras indican un cambio.

"Estamos viendo los límites de la expansión urbana', comentó Michael Cannon, analista de bienes raíces.

Al igual que gran parte del país después de la II Guerra Mundial, el crecimiento del sur de la Florida siguió un modelo de subdivisiones de viviendas, centros comerciales y parques de oficinas, construidos separadamente y vinculados solamente por carros y gasolina barata.

Pero para años los 90, la fatiga de los largos viajes, las carreteras congestionadas y la escasez de recursos promovieron llamamientos a un "crecimiento inteligente' donde las viviendas, los centros de trabajo y las escuelas estuvieran próximos.

Los "nuevos urbanistas' presionaron a favor de la construcción de barrios tradicionales en los que se pudiera caminar y se encontraran vinculados por transporte público. Y aunque los compradores de casas del sur de la Florida todavía puedan comprar casas más grandes en los remotos suburbios, algunos ya no están interesados.

El año pasado, Brian Lee, de 34 años, vivía en un townhouse de tres cuartos y un patio en la subdivisión de Malibu Bay en Homestead.

"El tiempo de viaje, los peajes, la gasolina, el parqueo y el intenso tráfico eran demasiado', declaró Lee, un analista en la oficina de la fiscalía federal en el centro de Miami.

Ahora, él y su esposa viven en un amplio apartamento en el downtown. Está a 10 minutos caminando de su trabajo en vez de a dos horas y media en automóvil.

"No puedo decirle a cuantas parejas les he dicho: ‘Pueden comprar un casa nueva de cuatro cuartos y dos baños en Homestead por menos de $100,000' ', indicó Ronald Shuffield, presidente de Esslinger Wooten Maxwell, una firma de correduría del sur de la Florida. "Pero me dicen: ‘Sí, pero no queremos estar tan lejos del centro de la actividad' '.

Muchos constructores se burlan de la idea de que pueda haber un cambio en lo que los compradores de casas quieren. Lennar, el gran constructor de casas que inició varias subdivisiones en South Miami-Dade, está encabezando un esfuerzo por abrir el lejano flanco occidental del condado --un área en la que actualmente no se pueden hacer grandes construcciones-- para poder levantar un suburbio nuevo de casi 7,000 casas llamado Parkland. Pero hasta esos intentos tratan de distinguirse de las comunidades de South Dade incluyendo algunas oficinas, parques y tiendas.

Shaun Donovan, secretaria federal de Vivienda y Desarrollo Urbano, aseguró al Congreso en marzo que las remotas casas suburbanas podían costar menos pero no eran necesariamente más económicas cuando se tomaban en cuenta los gastos de transporte.

"La reciente desaceleración ha mostrado que las casas dependientes de autos son más vulnerables a la devaluación de los precios. Las casas de barrios distantes han perdido más en valor que los promedios regionales', subrayó Donovan.

Según el analista Werley, a fines de marzo, en Broward, donde los suburbios de baja densidad se han extendido prácticamente a todo el condado, el mayor número de casas a la venta estaba en el extremo norte, incluyendo Coconut Creek y Deerfield Beach, más lejos de Fort Lauderdale, la principal ciudad del condado.

En los remotos distritos meridionales de Miami, la espiral descendente es visible en innumerables comunidades a medio construir y en nuevas subdivisiones con tan pocos habitantes que parecen desiertas.

"Esto parece un cementerio', declaró Sergio Pino, un urbanista que decidió no construir en el área de Homestead porque quedaba demasiado lejos, aunque participa en el controversial esfuerzo de Lennar por crear un suburbio en el borde occidental de Miami.

En la subdivisión de Homestead donde vive Samohano, se planificaron 95 casas pero sólo se construyeron 25. El constructor, Caribe Homes, puso en venta sus casas terminadas pero no vendidas a precios de liquidación.

Considere las consecuencias: Fred Amaya pagó $318,330 en marzo del año pasado por una casa de cuatro cuartos en Antillean Isles, la primera casa de la que él y su esposa Cindy fueran propietarios. Está a sólo dos cuadras de la casa de Samohano, que ella compró por $343,671.

El pasado noviembre, Caribe Homes vendió a inversionistas una casa de cinco cuartos por sólo $70,000. Otras cuatro de la misma subdivisión se vendieron por la misma suma. Semejantes precios hacen bajar los de las otras casas, perjudicando a sus dueños.

"Van a pasar 10 años antes de que el valor de mi casa suba', indicó Amaya, que ahora está tratando de conseguir que su prestamista le reduzca el principal que debe de su hipoteca.

"Tratamos de salir lo mejor posible de una situación difícil', comentó Fernando Martínez, vicepresidente de Caribe Homes, que también ha descargado cientos de solares vacíos.

En una cercana subdivisión llamada Mirage, Alaen y Cristina Alvarez pagaron $345,726 por una casa de cuatro cuartos en una comunidad que prometía 98 casas, un parque y una glorieta junto con "el encanto que definía a la Vieja Florida'.

En realidad, sólo se construyeron 27 casas. En vez del nuevo y umbrío barrio que esperaba, Alvarez está viviendo en un polvoriento desierto donde su carro está perpetuamente cubierto por una fina capa de suciedad.

"¿Le gusta nuestra media comunidad?', preguntó Alvarez, de 29 años, parado frente a su casa y contemplando los cuatro solares que la rodean. "La comunidad es super tranquila no hay muchos vecinos'.

Hace siete meses, Ancelmo Fernández, de 22 años, decidió alquilar en la Old Biscayne Villas, cerca de unos terrenos agrícolas no lejos del Turnpike de la Florida. Casi un tercio de los townhouses son cascarones sin terminar. "Por aquí hay vagabundos', indicó Fernández, señalando las estructuras de bloques. "Esto no es seguro. Una vez llamé a la policía. Desde que llegué, nada ha cambiado'.