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  Estirando el chavito
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20 de febrero de 2006

Sólamente el título de esta columna basta para ponerle los pelos de punta a cualquiera; pero depende de usted ser la próxima víctima o salir airoso en su próxima transacción inmobiliaria.
El hecho que voy a relatarles surgió a la luz hace apenas unas semanas; pero el delito vino fraguándose por espacio de casi dos años. Comenzó con la aceptación de una persona recomendada para ejercer funciones de corredor de bienes raíces sin poseer las calificaciones ni la licencia correspondiente al efecto.
La compradora deseaba adquirir una propiedad para inversión y consideró que la ausencia de calificaciones y de licencia de corredor de bienes raíces no era importante y que aquella señora tan elegantemente vestida le ahorraría unos dólares en la transacción.
Días más tarde, le fue presentada una propiedad a la compradora que le fascinó. Quizá un poco elevado el precio para su presupuesto; pero la supuesta corredora le dijo que ella lo arreglaría todo. Negociaron el contrato directamente con el propietarion y luego se dieron cita con un amigo de la supuesta corredora, que se encargaría de obtener el financiamiento para realizar la compra.
Las reuniones con el financista se realizaron en la residencia de la compradora, en presencia de la supuesta corredora, pues según hubo de informarle el que actuaba como agente de finanzas, su oficina estaba en reparaciones.
La compradora les proveyó de toda la información que le fue requerida y luego de muchos días de espera recibió la noticia de que el préstamo que ella había solicitado le había sido negado. Después del desencanto, la compradora desistió de seguir con sus intenciones de comprar en esos instantes y consideró oportuno ahorrar algo más para no ser rechazada la próxima vez que lo intentara.
Cual no sería su sorpresa, cuando apenas nueve meses después recibió la noticia de que un banco iba a reposeer una propiedad que ella ni siquiera tenía conocimiento de que existía a su nombre. ¿Cómo ocurrió?
Con calculada alevosía la pareja de supuestos profesionales compró una propiedad a bajo precio a nombre de ellos. Luego la vendieron a la supuesta compradora y obtuvieron un préstamo a nombre de ella utilizando toda la información que poseían de la misma y las firmas obtenidas en documentos anteriores. Elevando el precio del inmueble, muy por encima del valor de mercado, con la ayuda de un tasador inescrupuloso que les asistió en el fraude, obtuvieron una jugosa suma de dinero y desaparecieron.
Resumen: La propiedad no vale el monto de la hipoteca y su sorprendida dueña tiene una responsabilidad financiera a su nombre. Los abogados trabajan arduamente para resolver el caso y la cándida señora ya no confía en nadie.
Cuando necesite servicios profesionales exija que le sea mostrada la licencia correspondiente y asegúrese de que la persona trabaje para una oficina debidamente acreditada. Solicitar referencias resulta conveniente.