Inicio  





 Lo Más Visto
- Grandes empresas anuncian despidos masivos y menos personas piden ayuda por desempleo
- Las ventas de iPhone están cayendo. Esta es la razón
- Piden a la Junta $27 millones para añadir más viajes hacia Vieques y Culebra




  Por el libro
Bookmark & Share

16 de abril de 2006

Migdalia Rosario, una ama de casa de 61 años, entiende el significado de estirar el dólar. Desde que su esposo falleció, hace varios años, sobrevive con una pensión de seguro social de $144 mensuales.

Aunque recibe asistencia gubernamental y sus hijos cubren los gastos básicos de su hogar, el dinero no le alcanza para todas sus necesidades.

No está sola.

La población de 60 años o más alcanzó la cifra de 585,701 personas, según el Censo federal de 2000. El 43.9% de este grupo vive bajo los niveles de pobreza.

Precisamente, este sector, que depende mayoritariamente de pensiones o del seguro social, será -como el grupo de las trabajadoras jefas de familia- uno de los más afectados con la propuesta reforma contributiva, indicó la demógrafa, Judith Rodríguez. La pensión de seguro social promedio que recibe este grupo es de $600 mensuales.

?La reforma puede llevar a un detrimento en la calidad de vida y de la salud de las personas de edad avanzada?, afirmó Rodríguez en entrevista con El Nuevo Día.

Explicó que un impuesto sobre el consumo limitará las opciones de compra de alimentos, sobre todo para aquellas personas de mayor edad que viven bajo los niveles de pobreza.

A modo de ejemplo, Rodríguez mencionó que después del impuesto a los alimentos, productos de por sí caros como las frutas y los vegetales se convertirán en opciones de comida lejanas. ?El aumento en el costo de los alimentos nutritivos podría llevarlos a que busquen otros alimentos que no sean tan nutritivos?, apuntó.

La falta de dinero también dificultará que los viejos compren los medicamentos que necesitan.

El estudio continuo de población del Departamento de Salud, que mide los males de salud crónicos de las personas de 65 años en adelante, encontró que los puertorriqueños entre estas edades tiene un promedio de cuatro condiciones crónicas, que incluyen hipertensión, artritis, diabetes y problemas de visión, entre otras.

Según Rodríguez, la nueva cubierta de medicamentos del seguro social provee un alivio, pero no será suficiente para aplacar el elevado costo de los fármacos de mantenimiento.

Hay otros que corren peor suerte, como Rosario, a quien no le da el dinero para comprar los medicamentos que no cubre el plan médico gubernamental.

?No me gusta pedirle ayuda a mis hijos?, apuntó la mujer, que ayer compartía con una amiga en la plaza de Cataño.

Rosario, quien no descarta mudarse a Estados Unidos ?porque allá existen ayudas para las personas mayores?, forma parte de una generación que, según Rodríguez, se siente incómoda pidiendo ayuda.

?Pedir no está en su esquema. Les da vergüenza recibir un servicio gratuito?, apuntó la demógrafa.

Sostuvo, además, que en la medida que las alzas tarifarias de los servicios básicos y el encarecimiento de los alimentos encogen el presupuesto familiar menguarán las ayudas que los hijos ofrecen a sus padres ancianos.

Por su parte, la Procuradora de las Personas de Edad Avanzada, Rossana López, indicó que no se opondrá al impuesto, pero que someterá recomendaciones a la Cámara de Representantes cuando deponga sobre el asunto.

La funcionaria no quiso ofrecer detalles sobre el análisis que su oficina realizó, pero adelantó que sugerirá que se exima a esa población de llenar las planillas para recibir el reembolso de Hacienda.

El pago, dijo, podría hacerse siguiendo las listas del seguro social y del Sistema de Retiro de Puerto Rico.

Otra recomendación es que este pago se divida en varias mesadas a través del año y no en un pago único.

Mientras se afinan los detalles de la reforma, en Cataño, Felipe Bernabe, planifica con cautela cómo invertirá su dinero.

En los últimos meses ha visto subir el cobro del agua y la luz. Su pensión de seguro social de $428, sin embargo, se queda igual.

?Se sobre entiende que me opongo. Si ahora vivo a empujones, no sé como lo haré después?, afirmó el octogenario.

A pocos pasos, jugando dominó, Paula Rodríguez ofreció una respuesta más estoica. ?Hay que sobrevivir como se pueda. Siempre se come aunque sea un poco de harina de maíz?, afirmó mientras, ponía una ficha sobre la mesa.