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  Por el libro
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3 de julio de 2006

Encuentran su identidad como grupo.

La indignación, frustración e impotencia que provoca ser víctima de un fraude -específicamente uno en el que se pierden miles de dólares y se tiene que vivir en una casa llena de huecos- se convirtió en algo que Puerto Rico no había visto de manera organizada hasta ahora: un movimiento concertado de consumidores que reclaman sus derechos y están dispuestos a velar por su dinero invertido.

En Puerto Rico, al igual que en el resto del mundo, los chanchullos de individuos y empresas que quieren hacer dinero fácil han existido desde tiempos inmemoriales. Y lo que hizo la compañía Ventanas, Puertas y Algo Más -que se declaró en quiebra y adeuda más de $2.2 millones a cientos de consumidores y suplidores- es parte de esa misma tendencia. Pero es la respuesta lo que resulta totalmente novel en esta isla.

Personas tan disímiles en edad, clase social, medios económicos y lugar de residencia fueron encontrando, poco a poco, una pregunta común que los unía: cómo recobrar el dinero que le habían dado, como individuos o empresas, a Ventanas, Puertas y Algo Más, una compañía que preside Carlos Rivera Muñiz, quien ahora anda con escolta personal y a quien le subió la presión la primera vez que tuvo que encarar a todos sus acreedores.

La muestra más clara del movimiento de consumidores en acción sucedió el pasado 8 de junio, cuando Rivera Muñiz compareció a la primera vista del proceso federal para solicitar protección de quiebra bajo el Capítulo 7 para la empresa Tramec, que hacía negocios como Ventanas, Puertas y Algo Más.

La gente no cabía en el Edificio Ochoa del Viejo San Juan donde se llevó a cabo el proceso, que se repitió el pasado jueves con muchas similitudes. La primera vez acudieron cerca de 250 personas para reclamar, mientras que en la vista del pasado jueves fueron medio centenar.

Durante la primera vista, la fila de la gente timada que quería confrontar a Rivera Muñiz llegaba hasta el estacionamiento de Doña Fela. La fila era kilométrica y la Oficina del Síndico de Estados Unidos -parte del Departamento de Justicia federal- tuvo que habilitar seis salas para los interesados y movilizar alguaciles y canes para el inusitado evento.

"Cuando llegamos aquí había una fila que llegaba hasta el parking de Doña Fela. Daba la vuelta", dijo Monsita Lecaroz, la jefa del Síndico de Estados Unidos en Puerto Rico, que se encarga de adjudicar y monitorear los procesos de quiebra.

"En una (vista) normal yo te diría que no hay más de diez personas. Sólo los acreedores grandes van. Esto fue completamente off the wall", sostuvo Lecaroz, al describir la escena con la que se topó el 8 de junio. "Me complace ver que por primera vez hay un entusiasmo e interés de acreedores en un caso de defender sus intereses y proveer información que de otra forma no podríamos obtener".

Pese al entusiasmo, la indignación y los ánimos que se alteraron en más de una ocasión durante los careos con Rivera Muñiz, Lecaroz indicó que el comportamiento de todos los acreedores había sido decoroso en ambas vistas.

Algunos, sin embargo, ni tan siquiera querían hacerle preguntas a Rivera Muñiz. Sólo deseaban ver a la persona detrás de sus problemas. En la primera vista, según testigos que estuvieron presentes, hubo quienes le gritaron "pillo" al hombre, que llegó con una escolta personal. Otros, resignados a no ver el dinero que depositaron, pedían algo mucho más abstracto que el dinero: justicia.

Los timados en el esquema de Ventanas, Puertas y Algo Más son, en gran medida, personas mayores o con pocos recursos que recurrieron a préstamos personales para adquirir una puerta o ventanas para sus residencias, y que se quedaron con grandes huecos no sólo en sus bolsillos, sino también en las fachadas de sus casas. Algunos perdieron todos sus ahorros.

Pero no se quedaron de brazos cruzados.

El fraude de Ventanas, Puertas y Algo Más fue la 'tormenta perfecta' para que surgiera en Puerto Rico un movimiento organizado de consumidores, que es inevitable en cualquier sociedad capitalista y consumista que depende del intercambio comercial para bienes y servicios.

Los consumidores siempre han existido, pero es a partir de este fraude que se comienza a formular un sentido de grupo que unifica y le da forma concreta al concepto abstracto.

Se dieron todos los factores necesarios simultáneamente: indignación generalizada, cientos de timados, disposición para recobrar el dinero invertido, deseo de que los responsables asuman las consecuencias y, no menos importante, el uso de la Internet como medio de comunicación masiva para la organización.

La historia de "Dr. Shoper"

Gustavo Arvelo es todo un personaje. Durante las entrevistas para esta historia, todos se referían a él como Doctor Shopper. "Yo no sé ni cómo se llama, yo le digo Doctor Shopper", comentó Lecaroz.

El espacio cibernético de Doctor Shoper (con una sola 'p', porque de lo contrario no podía registrar la página) sirvió como punto de encuentro para consumidores y suplidores que son acreedores de Ventanas, Puertas y Algo Más.

En la página -www.doctorshoper.com- la gente con acceso a Internet verifica cuándo serán las próximas vistas y a quién llamar para trabajar sus casos.

Arvelo, un ex publicista y profesor universitario que trabaja a favor de los consumidores gratuitamente y sirve como punto de enlace entre ellos y la Oficina del Síndico, resalta que este movimiento constituye una nueva fuerza en Puerto Rico conocida en Estados Unidos como consumer advocacy. Su más visible promotor en Estados Unidos es Ralph Nader, cuyo discurso en la política electoral gira en torno a los derechos de los consumidores.

"Había y hay la necesidad de un consumer advocate, y en la sociedad nuestra de tanto consumerismo no había un consumer advocate", dice Arvelo, quien se visualiza a sí mismo como ese fiscalizador.

"Ésta es la primera vez que los consumidores se organizan para defender sus derechos y tomar acción de forma educada. Están tomando acción correctamente. No es peleando, ni haciendo piquetes ni con pleneras. Es de una forma civil. Esto es la sociedad civil de verdad", afirmó.

En medio de darles instrucciones a los consumidores afectados -algunos que llegaron desde Aguadilla o Arecibo- Arvelo comentó que "es la primera vez que viene tanta gente al Tribunal de Quiebras a reclamar".

Rivera Muñiz incluso lo ha llamado para preguntarle por qué le quiere hacer daño, pero Arvelo tiene muy claro su propósito y piensa que si alguien quiso hacer daño fue Rivera Muñiz.

Pero la Internet no fue el único vehículo para organizar a los consumidores.

Otros medios más tradicionales, como congregarse en el local de la fábrica de puertas y ventanas de la empresa en Caguas, sirvió como punto de partida para lo que poco a poco se convirtió en este movimiento de consumidores.

Un sábado, poco después de que la compañía cerrara operaciones en marzo de este año, se encontraban en el antiguo local de Caguas unas 30 personas -suplidores y consumidores- dispuestas a seguir los camiones de la compañía para saber qué sucedía.

La treintena de personas decidió que necesitaban un portavoz como forma básica de organizarse. Y de ahí comenzó el rol protagónico que han tenido María Ramos y Carolina Báez.

En la casa de Ramos en Dorado, el teléfono no paraba de sonar un día antes de la vista del jueves en el Viejo San Juan. Ella orientaba y daba instrucciones, mientras que Báez repasaba sus documentos lista para el interrogatorio que le harían un día después a un hombre que, al hacer negocios con ellas, jamás se imaginó lo que tendría que eventualmente enfrentar.