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28 de febrero de 2007

Por: La Opinion

Las últimas cifras publicadas por el Gobierno muestran que los estadounidenses están ahorrando menos para su futuro que en ningún otro período sostenido desde la Gran Depresión. Esto suena alarmante.
Sin embargo, una mirada cuidadosa a cómo el gobierno calcula dichas cifras sugiere que los números pueden estar incompletos.
Los estadounidenses de más ingresos, especialmente, deberían estar calculando sus propios ahorros de manera diferente, tomando en cuenta cosas importantes que al final acaban sumando.
Una vez que cada uno hace sus cuentas, tendrá una mejor idea de dónde radica su riqueza, y una base sólida sobre la cual construir su propio plan financiero.
Primero, examinemos las cifras oficiales.
Este mes, la Oficina de Análisis Económico del Departamento del Comercio estimó los ahorros personales en todo el país en cifras negativas, 116,600 millones de dólares en diciembre de 2006.
Para obtener dicha cifra, la oficina calcula el ingreso disponible descontando los impuestos y le resta "el consumo personal" de cualquier tipo.
Sin embargo, a continuación presentamos todo lo que no queda contabilizado: el incremento en el valor de las acciones o fondos de inversión en la Bolsa o en cuentas personales de jubilación, o el incremento en el valor de la vivienda.
¿Por qué no? En parte, porque el gobierno no confía en las fluctuaciones del mercado, donde las caídas imprevistas pueden cancelar todas las ganancias en el papel.
Las caídas abruptas son una realidad. Sin embargo, el capital neto de una familia media, cifra oficial computada por el Banco de Reserva Federal (Fed), muestra en su último registro de 2004 un valor de 93 mil dólares. Dicho valor es el máximo histórico pues, a diferencia del Departamento del Comercio, el Fed sí contabiliza las cuentas de jubilación y valores en Bolsa, además de las viviendas.
Si está intentando evaluar su situación financiera, preste atención a la nomenclatura. El estudio sobre ahorros personales del Departamento del Comercio usa siempre el verbo "ahorrar", lo que usted gana menos lo que gasta.
Pero una lectura más completa de su situación actual puede incluir, además de los "ahorros", una contabilidad de todos sus bienes y cómo han crecido, aunque todavía no haya capitalizado dichas ganancias. Intente entonces sumar también estos elementos:
Si es dueño de su vivienda, estime el valor de la misma y réstele lo que necesita para pagar la hipoteca (incluyendo impuestos y costos de cierre). Tome la cifra resultante y réstele un 10% adicional para estar del lado de la seguridad, dado que el mercado puede bajar en el lapso que le lleve vender su vivienda.
Mientras tanto, las cuentas de jubilación y valores en Bolsa de más de 15 años probablemente tengan ya ganancias sustanciales más allá de los depósitos intermitentes. Reste un 20% en caso de que ocurra una caída imprevista la próxima semana (un poco menos si tiene mucho bonos o dinero en efectivo).
Economistas como Alan Garner, del Fed en Kansas City, han sugerido otra posibilidad: a diferencia del Departamento del Comercio, no contabilice todos los costos en educación para usted o para sus hijos como "consumo". En lugar de ello, acredítelos como ahorro si la educación redundará en más ingresos.
Sumar todas estas cifras para estimar todo lo que ha "ahorrado" resulta ser lo más fácil. Calcular cuánto va a necesitar ?y si está o no en el buen camino? es mucho más difícil cuando está ahorrando para la jubilación, la universidad, la cobertura de salud y otros rubros de gran costo.
Los profesionales dedicados a la planificación financiera son la ayuda más adecuada para esto, pues las circunstancias personales son muy variables.
Todavía existe otra dificultad: al redefinir los ahorros también quedan algunas preguntas macroeconómicas sin respuesta. Por ejemplo, ¿habrá suficientes personas que puedan comprar las acciones y viviendas que los jubilados quieran capitalizar sin que ello signifique un daño para la economía?
Aun así, no hay necesidad de dejarse deprimir por las cifras del gobierno. Puede que no sea un consumidor empedernido después de todo.