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25 de enero de 2008

Por: La Opinion


Pasear con la familia en los centros comerciales en los días de descanso se ha convertido en parte de la cultura consumista actual, por lo que el reposo ha terminado asociándose con las compras, señaló Graciela Polanco Hernández, académica del Departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana de México.


Los descuentos en los grandes almacenes, indicó, permiten que cierto grupo de personas tenga acceso momentáneo al estatus que prometen los establecimientos de gran prestigio, lo que en otra época del año resulta difícil o inalcanzable.


Sylvia Gutiérrez y Vera, adscrita al Departamento de Comunicación, consideró que las campañas publicitarias que bombardean al posible consumidor estimulan la búsqueda de estatus e identidad social, que se obtiene al utilizar alguna marca selecta.


Algunos grupos de clase media, explicó Gutiérrez, quieren aparentar otro nivel de vida, por lo que las personas buscan rentar su vivienda en una zona de prestigio, usar ropa de moda y de marcas reconocidas, así como asistir a espectáculos costosos, gastos que cubren con su tarjeta de crédito.


Las especialistas coincidieron en que existe un tipo especial de consumidor, que más allá de cubrir una necesidad, encuentra en las compras una terapia, un escape pasajero.


Polanco comentó que se ha demostrado que una persona que sufre de alguna carencia emocional o de atención logra cubrir dicha deficiencia e incluso sentir bienestar mediante las compras, pero esto sólo le sirve como un remedio temporal, pues al encontrarse después con su estado de cuenta bancario, la depresión y la carencia regresan.


"Existe gente que prefiere ir a tiendas a comprarse ropa fina y gastar su dinero ahí, en vez de ir a terapia con el psicoanalista y confrontarse a sí mismo", aseguró.


Gutiérrez agregó que la conducta de las personas que se consienten al comprarse un "merecido" regalo refuerza la idea de que el amor propio está relacionado con el consumo.


Pero la falta de cariño o atención no sólo se traduce en el consumo que el individuo realiza para sí mismo, sino que también se extiende a quienes lo rodean.


"Regalar algo nos hace quedar bien con el grupo con el que nos interesa convivir o pertenecer", afirmó Polanco, pues el hecho de expresar sentimientos o afectos mediante objetos es una conducta aprendida.